En 1997, un título con un nombre algo polémico logró ganarse un lugar entre el público gracias a una propuesta jugable novedosa que marcaría un antes y un después en la industria: Grand Theft Auto. No hace falta profundizar demasiado en su historia para entender el impacto de esta saga, cuyo legado ha servido de inspiración para decenas de obras. Una de ellas es The Precinct, una producción que, sin replicar directamente el modelo de Rockstar, rinde homenaje al cine policíaco de los años 80 con una fórmula de mundo abierto estructurada, dinámica e inmersiva. Desarrollado por Fallen Tree Games, este juego combina el drama criminal con una jugabilidad que oscila entre la acción arcade y la táctica investigativa, sin dejar de guiñar el ojo a los clásicos que lo preceden.
En el plano narrativo, The Precinct pone al jugador en la piel de Nick Cordell Jr., un joven agente de policía que intenta abrirse camino en una ciudad dominada por la corrupción. Su historia está marcada por la figura de su padre, un oficial legendario que murió en circunstancias poco claras. Con ese pasado a cuestas, Nick debe mantener el orden mientras intenta descubrir la verdad tras la muerte de su progenitor. Aunque la trama arranca de forma pausada principalmente para que el jugador se familiarice con los controles y opciones disponibles, la narrativa se construye con diálogos efectivos y personajes bien definidos. Jugablemente, el título se presenta como un juego de acción con vista cenital, evocando directamente a los primeros GTA. Tras una breve introducción, el mundo se abre al jugador, que puede abordar las misiones con libertad, eligiendo entre el enfoque directo y agresivo o uno más sigiloso y estratégico.
El sistema de combate, aunque simple, funciona bien. Hay un equilibrio entre el uso de armas letales y opciones no letales, con herramientas como táseres o gas pimienta. La puntería se basa en un sistema de láser móvil, controlado con el stick derecho, pero la sensibilidad puede hacer que apuntar con precisión sea más complicado de lo deseado. Afortunadamente, el arsenal se amplía gradualmente y se ajusta a las distintas situaciones del juego. Además de las misiones principales, el jugador puede patrullar libremente por la ciudad de Averno, respondiendo a crímenes menores o infracciones de tránsito. Sin embargo, estos eventos, aunque interesantes en concepto, pueden resultar tediosos en la práctica: el procedimiento para arrestar a un sospechoso incluye múltiples menús radiales, comprobaciones de identidad, pruebas de alcoholemia, y más.
En consola, este proceso se siente especialmente lento y rompe el ritmo del juego, dando la impresión de estar más pensado para mouse y teclado. Por suerte, el juego recupera ritmo y emoción en los segmentos de persecución vehicular. Estas secuencias están muy bien logradas, con controles precisos y una sensación de conducción satisfactoria. Ya sea durante misiones o en el tránsito libre por la ciudad, las mecánicas de manejo brillan por su dinamismo, y las diferentes patrullas han sido claramente diseñadas con atención al detalle. La inteligencia artificial también se comporta de forma convincente: civiles y criminales reaccionan de manera realista a los eventos, lo que ayuda a mantener una atmósfera creíble. Uno de los aspectos más destacables de The Precinct es su ambientación. Averno es una ciudad vibrante y detallada, con una estética que evoca lo mejor del cine ochentero.
Entre luces de neón, arquitectura brutalista y callejones oscuros, es fácil sentirse dentro de una versión interactiva de RoboCop o Miami Vice. La banda sonora, de corte synthwave, refuerza esa inmersión con aciertos, acompañando la acción sin resultar invasiva. A nivel gráfico, el juego se defiende con una dirección artística sólida y un estilo visual reconocible, aunque algunos escenarios tienden a repetirse. El apartado sonoro cumple con creces tanto en efectos como en música. Sin embargo, el rendimiento técnico no está exento de problemas: caídas de framerate y tearing ocasional durante las persecuciones pueden empañar la experiencia, sin llegar a arruinarla del todo.