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Review. Doom: The Dark Ages

Uno de los detalles más curiosos al comenzar DOOM: The Dark Ages es la recomendación explícita del estudio de no revelar aspectos clave de la trama. No es algo común en una saga famosa por su enfoque directo y violento, pero en esta entrega la narrativa juega un papel sorprendentemente relevante. El juego se toma en serio su historia, presentando cinemáticas elaboradas, personajes con peso y una construcción de mundo más rica de lo que cabría esperar en un shooter que, hasta ahora, se definía por la acción pura.

El resultado es un universo que mezcla sin complejos la estética oscura de la fantasía medieval con alta tecnología, evocando un cruce épico entre He-Man y la iconografía demoníaca clásica del infierno. En este escenario casi de caricatura heavy metal, el DOOM Slayer se alza como una figura mitológica: un ser invocado como último recurso, símbolo de esperanza para los vivos y pesadilla encarnada para los demonios. Y esta vez, su arsenal incluye desde un escudo letal hasta un dragón cibernético, pasando por un colosal mecha de guerra. Todo muy noventero, todo gloriosamente excesivo.

En The Dark Ages, el combate ha sido replanteado sin perder la esencia frenética de la franquicia. El clásico botón de disparo secundario cede su lugar a un escudo ofensivo, una herramienta clave tanto para el ataque como la defensa. Esta arma puede ser utilizada para desviar proyectiles, empalar enemigos al estilo Capitán América o ejecutar embestidas explosivas que abren nuevas ventanas tácticas. El sistema recompensa la precisión y el ritmo, invitando al jugador a dominar el arte de la “parada perfecta”, que activa efectos devastadores y combos diseñados para triturar armaduras demoníacas y maximizar los recursos obtenidos en combate. El combate cuerpo a cuerpo también evoluciona. Ahora no garantiza muertes instantáneas, pero puede encadenarse en combos útiles para el control de masas o para infligir daño concentrado.

Estos ataques se recargan con rapidez gracias a pickups o a la agresividad continua, incentivando un estilo de juego dinámico y temerario. La brutalidad es la norma: el Slayer puede aplastar enemigos desde el aire con ondas sísmicas o mutilar hordas con coreografías de destrucción que hacen del caos un espectáculo visual. Las arenas, mucho más abiertas y verticales que en entregas anteriores, permiten explotar a fondo el nuevo arsenal y dan lugar a auténticos ballets infernales de sangre, fuego y acero. En esos momentos, el juego se transforma en algo cercano a un bullet hell en primera persona, donde cada proyectil esquivado y cada escudo lanzado pueden marcar la diferencia entre la gloria o la muerte.

Uno de los aciertos más importantes de The Dark Ages es la forma en que introduce y distribuye el equipo del Slayer. Las armas y mejoras aparecen con ritmo constante, y cada nueva incorporación al arsenal no solo cambia el estilo de juego, sino que se complementa con mecánicas nuevas. El escudo puede recibir runas que lo dotan de efectos adicionales: desde cuchillas mágicas que persiguen enemigos tras una parada perfecta, hasta una torreta autónoma que se despliega sobre el hombro del Slayer al mejor estilo Predator. La exploración también ha ganado protagonismo. Las zonas son más amplias, con secretos escondidos, interruptores ocultos y caminos alternos que recompensan la curiosidad con recursos, mejoras permanentes o desafíos de élite. La búsqueda de gemas raras y materiales especiales añade una capa de progresión que, sin romper el ritmo, amplía la experiencia más allá del combate.

Y la inclusión de un mapa automático resulta vital para no perderse entre tanto rincón lleno de enemigos, cofres y secretos por descubrir. Con una campaña compuesta por más de veinte capítulos, el juego ofrece una experiencia extensa, especialmente si se juega en dificultades altas o se busca completar todos los desafíos y coleccionables. Y aunque no hay multijugador (una ausencia notable dado el peso histórico del componente competitivo en DOOM), la campaña se esfuerza por ofrecer variedad con secciones espectaculares, aunque no todas con el mismo nivel de éxito. Dos de estas secuencias son especialmente llamativas: los enfrentamientos a bordo del mecha Atlan y las fases montadas sobre un dragón. El primero, aunque impresionante en escala, se siente más como una cinemática jugable, con combates de gran tamaño pero mecánicas limitadas que recuerdan más a un Quick Time Event que a una verdadera pelea de jefes.

En cambio, las misiones en dragón, con persecuciones aéreas en entornos cerrados y combates en pleno vuelo, ofrecen una mayor libertad y desafío, logrando integrarse mejor al ritmo del juego. DOOM: The Dark Ages viene preparado para todo tipo de jugador, con seis niveles de dificultad desde el inicio y una gama completa de opciones personalizables. Puede que no todos sus experimentos terminen siendo memorables, pero en lo que respecta a combate, atmósfera y pura adrenalina, The Dark Ages marca un nuevo estándar. Porque en la guerra contra el infierno, no hay lugar para lo sutil. Y el DOOM Slayer, una vez más, se encarga de recordárnoslo.

9.0
Description
DOOM: The Dark Ages es más que una evolución; es una reinvención que abraza sin pudor el exceso, el metal y la fantasía oscura para ofrecer una campaña intensa, brutal y altamente rejugable. Su sistema de combate es profundo y su mundo está sorprendentemente bien construido. Pese a la ausencia de multijugador, la experiencia en solitario es lo suficientemente sólida como para sostener el peso de la franquicia en esta nueva era.
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