Queridos lectores, hoy les tengo una tarea para casa, especialmente a quienes son fanáticos del género soulslike. Quiero que se tomen un momento para reflexionar: ¿qué es eso que sigue haciendo especiales a los juegos de FromSoftware incluso catorce años después del primer Dark Souls? Seguro que algunos pensarán en lo vastos que son sus mundos, en la variedad de escenarios, los enfrentamientos con jefes memorables, el estilo artístico o la música. Y no se equivocan. Pero yo creo que hay algo más, algo que rara vez se menciona, quizás porque cuesta verlo en medio de tanta oscuridad y solemnidad: el humor. Sí, el humor. Ese momento en Elden Ring cuando ves a Radahn montado en ese caballo enclenque, por ejemplo. Ese tipo de detalles, que muchos clones intentan replicar sin éxito, están completamente ausentes en AI Limit. Y aunque no digo que un poco de comedia lo hubiera salvado, tampoco le habría hecho daño.

Aclaremos algo desde ya: AI Limit no tiene nada que ver con Code Vein, más allá de que ambos comparten un gusto evidente por la estética anime. Diferentes estudios, diferentes editoras, mundos distintos, ni siquiera hay creación de personaje acá. Lo que sí tienen en común es esa obsesión con poner en el centro del juego a una protagonista tipo «waifu»: una chica con aire de personaje de anime que, por alguna razón, se lanza a enfrentar horrores mutantes y robots con estética religiosa, todo mientras luce tacones y vestuarios de lo más estilizados. Nuestra heroína se llama Arrisa. Es una Blader, una guerrera sin recuerdos creada por una organización llamada Seed, a partir de una sustancia conocida como “Fango”, que un día emergió desde las profundidades de la Tierra, contaminando todo a su paso y llevando a la humanidad al borde del colapso. Como si fuera poco, también aparecieron los Necros, unas criaturas sacadas de una pesadilla cuya verdadera naturaleza se revela recién al final del juego (aunque, sinceramente, no es una gran sorpresa). Para proteger lo que queda de humanidad, surge la Iglesia: una entidad de corte pseudocristiano que combate a los Necros usando mechas con aspecto de ángeles. Como era de esperarse, pronto descubrimos que no son precisamente los paladines del bien que aparentan ser.

La historia en sí no se desvía mucho de lo que hemos visto mil veces. Es una premisa bastante genérica, que se desarrolla de forma igualmente predecible. Uno de mis momentos favoritos (por lo ridículo) es cuando nos enteramos de que un científico con nombre de demonio sumerio especializado en sacrificios infantiles… sorpresa: no es un buen tipo. Quién lo habría imaginado, ¿no? El mundo donde se desarrolla todo esto tampoco se salva del tono genérico: ciudades en ruinas, tonos gris-marrón por todos lados, escenarios que parecen sacados de un catálogo de clichés postapocalípticos. Hay algunas áreas más avanzadas con diseños interesantes, sí, pero en general todo se siente monótono. Y por si fuera poco, Arrisa tiene un doblaje tan plano y sin emociones que cuesta conectar con ella. Entiendo que se buscaba resaltar su naturaleza artificial, pero el resultado se queda corto. En las pocas escenas donde expresa algo más que indiferencia, se agradece… pero llegan demasiado tarde. A nivel jugable, AI Limit se mantiene bastante cerca del molde clásico de Dark Souls, sin demasiadas sorpresas. La única mecánica original destacable es la barra de Sync Rate, que se va llenando a medida que atacamos y se vacía cuando recibimos daño o usamos habilidades especiales. Cuanto más llena está, más fuerte es nuestro daño y más efectivas nuestras habilidades. Es una buena idea, pero aislada y sin el apoyo de un sistema de combate realmente pulido, no logra sostener por sí sola el juego.
El combate en general se siente torpe. Muchos jefes se pueden derrotar simplemente pegándoles sin parar y curándonos cuando sea necesario. Solo unos pocos obligan a aprender sus patrones y enfrentarlos con algo de estrategia: Cleansing Knight, Ursula y Likros son los únicos que realmente me exigieron algo. Y lo curioso es que su dificultad no siempre está relacionada con el momento en que aparecen dentro del juego. Técnicamente, AI Limit parece sacado de 2014. Gráficamente es aceptable, pero no deslumbra, y tuve más de un crasheo al escritorio. Aun así, no voy a mentir: llegar al final no fue un suplicio. Me tomó unas dieciséis horas, y se me pasaron relativamente rápido. Lo cual dice algo: el juego no es malo… solo es olvidable.