Desde su secuencia inicial, Dark and Deep se desmarca del horror tradicional. Conduces por una carretera solitaria mientras escuchas un podcast conspiranoico, y en la parte trasera del vehículo llevas un cuerpo envuelto. Así inicia esta inquietante odisea protagonizada por Samuel Judge, segundos antes de que todo se hunda literalmente en un mundo extraño, sombrío y plagado de símbolos por descifrar. Desarrollado casi en solitario por Walter Woods, este título mezcla elementos de walking simulator, horror psicológico y rompecabezas ambientales con una propuesta singular: usar marcos vacíos para revelar secretos invisibles al ojo humano.

Estas estructuras te permiten tanto ver como interactuar con entidades y caminos ocultos, transformando lo que parecía un simple paseo por lo surreal en una experiencia interactiva de observación constante. A diferencia de muchas propuestas del género, Dark and Deep evita el recurso fácil del jumpscare para apostar por una atmósfera densa e inquietante. La amenaza no es tanto lo que ves, sino lo que sospechas que te sigue en silencio. Sin embargo, ese efecto se diluye un poco con el tiempo. A medida que te familiarizas con las criaturas que al principio aparecen como sombras inofensivas, pero luego se vuelven mecánicas predecibles, el terror se transforma en rutina, y lo que antes era tensión constante se vuelve un trámite más hacia el siguiente rompecabezas.

Visualmente, Dark and Deep propone una dirección artística muy marcada: escenarios que parecen salidos de cuadros, ambientes que combinan lo onírico con lo grotesco y una paleta que abusa intencionadamente del contraste y los tonos apagados. A veces esto juega a su favor, generando imágenes memorables; otras, entorpece la navegación, sobre todo en áreas muy oscuras donde diferenciar caminos, enemigos o elementos interactivos puede volverse frustrante. El arte también se manifiesta a través de coleccionables como bocetos y símbolos religiosos que refuerzan el trasfondo narrativo, que si bien es críptico al principio, termina por cerrar de forma bastante satisfactoria. No necesitas recolectar cada nota ni consultar teorías para entender lo esencial. Y eso, en un género que suele perderse en sus propias vueltas de tuerca, se agradece.

Uno de los grandes aciertos del juego es la inclusión de un modo historia que suaviza la experiencia. Este enfoque convierte el recorrido en algo más cercano a un título de acertijos atmosféricos que a un survival horror tradicional. No te perderás dando vueltas sin rumbo ni luchando contra mecánicas opacas. En su lugar, avanzarás a un ritmo constante, resolviendo enigmas interesantes y explorando entornos cada vez más retorcidos, incluyendo oficinas abandonadas, cavernas deformadas o laberintos desconcertantes. Sí, hay secciones que rompen el ritmo como un plataformeo algo torpe o encuentros con enemigos que abusan del ensayo y error, pero son fallas menores que el propio desarrollador ha estado corrigiendo activamente mediante actualizaciones. La física del salto, por ejemplo, recuerda a juegos antiguos donde cada intento parecía una apuesta, y las zonas de agua oscura pueden resultar frustrantes para quienes sufren de talasofobia.
En menos de cinco horas, Dark and Deep logra dejar huella. No revoluciona el género ni es impecable, pero tiene algo que muchos títulos con más presupuesto envidiarían: cohesión. La historia, el arte, la música, los acertijos y las mecánicas convergen para ofrecer una experiencia con identidad propia. Y aunque se notan las limitaciones de su desarrollo indie con algunos assets genéricos y decisiones de diseño cuestionables, eso no impide que se sienta como una propuesta seria y personal. Para quienes buscan un horror diferente, más reflexivo que violento, más visual que visceral, Dark and Deep es una excelente puerta de entrada. Incluso si no eres fan del género, su enfoque narrativo, su estilo artístico y su atmósfera densa te mantendrán enganchado. Es un juego imperfecto, sí, pero también valiente y original. Y eso, en estos tiempos de fórmulas repetidas, vale mucho.